El alcalde de La Palma, Manuel García Félix, y la concejala de Asuntos Sociales, Rocío Teba, han recibido en el Ayuntamiento a los tres niños saharauis y sus respectivas familias de acogida que pasarán el verano en La Palma para que disfruten de unas vacaciones en paz como así se llama este programa de acogida cuyo objetivo es traer desde los Campamentos de Refugiados de Tindouf (Argelia) a niños y niñas para que durante los meses de julio y agosto disfruten de unas cortas vacaciones y alejarlos por unos días de la extrema dureza en la que viven. El alcalde ha agradecido el esfuerzo de estas familias palmerinas que abren sus casas cada año para recibir a estos niños y librarlos de un verano extremo en los campamentos del Sahara. Destacó la humildad y solidaridad que muestran las familias y recordó que el Ayuntamiento colabora con esta acogida aportando el coste del viaje de los niños, el acceso a la piscina municipal o a cualquier taller en el que participen, "nosotros colaboramos con ellos en lo que necesiten", ha dicho el alcalde. En esta bienvenida que le ha dado Manuel García, los niños han recibido de manos del propio alcalde regalos, una mochila llena de material escolar. Los niños que han venido este verano a La Palma uno tiene nueve años, y dos de ellos tienen 11 años por lo que para éstos será su último verano ya que a partir de los 12 años ya no lo dejan salir del campamento de refugiados. En su estancia en La Palma, los niños reciben asistencia médica y cuidados alimenticios para compensar las carencias que sufren. Asimismo, promueven actividades culturales y de ocio para que los pequeños conozcan una realidad diferente a la de su país. Las familias de acogida han destacado que la experiencia es inolvidable y muy gratificante por ambas partes. Familias que hacen un llamamiento para que otras familias palmerinas se animen a participar y acojan el próximo verano a alguno de estos niños. El próximo 26 de agosto finalizará para estos niños sus vacaciones lejos de la dureza en las condiciones en la que viven. Un momento duro para las familias que lo han acogido durante dos meses, tiempo suficiente para cogerles un cariño muy especial.